Hoy, como docente preocupado, y ante la propuesta de algún alumno, hemos estado hablando (en clase)sobre el comportamiento
de distintos personajes (incluso de los de cuento).
Siguiendo con el trabajo que venimos realizando sobre las
emociones (algo fundamental en nuestro desarrollo como personas) hemos
reflexionado sobre distintos patrones de conducta.
Hemos tomado como punto de partida el cuento titulado El
Mago de Oz y hemos extrapolado las características de sus personajes a la
sociedad. Así, cuando mencionamos al Espantapájaros, uno de los alumnos afirmó
que su dato distintivo era tener la cabeza hueca, pues carecía de cerebro. A su
aseveración se sumaron las ideas aportadas por distintos compañeros, asegurando que
el peligro de no tener cerebro implica no solo la ausencia de capacidad de
raciocinio, sino también de imaginación, creatividad o capacidad de análisis.
Por otro lado, hubo quien afirmó que «tener
la cabeza hueca» puede dar
lugar a que se llene ilusiones y ganas por mejorar (como es el caso del
Espantapájaros que aparece en la historia que tratamos, cuya aspiración era
mejorar mediante la adquisición de ese cerebro que le dotaría de las cualidades
anteriormente señaladas) o también a que se llene de prepotencia y arrogancia
(por poner otros ejemplos que presuntamente se ve en otros personajes más allá
de los cuentos) ya que la ausencia de raciocinio hace que no se corten las alas
a la bravuconería o irascibilidad sin sentido.
Durante el tiempo que estuvimos reflexionando sobre el
asunto, salieron ideas relacionadas también con la cobardía (muchas veces unida
a esta condición de cabeza hueca). Y es que, ante las propias frustraciones, y
en un deseo irrefrenable por ocultar nuestras inseguridades, nos vestimos con
una armadura imaginaria con la que queremos dar una imagen de valentía que, sin
embargo, queda al descubierto con cada acto y cada palabra. Un ejemplo de esto
lo encontramos en el personaje del lobo en “Los 3 cerditos”. Su altanería y
prepotencia no le sirvieron de nada. Se hartó de soplar y al final solo
consiguió que se rieran de él.
La educación en valores es fundamental desde que somos
pequeños para que no nos pase como al
lobo o al espantapájaros.
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